miércoles, 24 de abril de 2019

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20190421


Las crecientes formas del mal que afligen a la humanidad se enmascaran en ideologías aparentemente sensatas. Los discursos de odio repetidos incesantemente contra los migrantes caricaturizados como criminales, contra los pobres y las minorías de todo tipo, como si fueran una amenaza contra el bienestar de las naciones prosperas, son una llamada de atención para la conciencia cristiana. Quienes celebramos la Pascua de Jesús, no podemos permanecer indiferentes ante ese nuevo viacrucis. Vivir en congruencia con los valores evangélicos es una opción más que viable porque puede acrecentar la vida digna de tantas personas que sufren. El respeto cabal a la dignidad humana, la práctica constante de la compasión y la hospitalidad son los frutos más claros que él o Espíritu de Jesús resucitado, suscita en el corazón de los discípulos. Cada uno deberá decidir si quiere vivir conforme a los frutos de la carne o a los frutos del Espíritu.


REFLEXIÓN: "La Pascua es la verdadera salvación de la humanidad. Si Cristo, el Cordero de Dios, no hubiera derramado su Sangre por nosotros, no tendríamos ninguna esperanza, la muerte sería inevitablemente nuestro destino y el del mundo entero. Pero la Pascua ha invertido la tendencia: la resurrección de Cristo es una nueva creación, como un injerto capaz de regenerar toda la planta. Es un acontecimiento que ha modificado profundamente la orientación de la historia, inclinándola de una vez por todas en la dirección del bien, de la vida y de perdón. ¡Somos libres, estamos salvados! Por eso, desde o profundo del corazón exultamos: «Cantemos al Señor, sublime es su victoria»" (Benedicto XVI, 2010).

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