Predicar la misericordia divina sin mover un dedo para vivir
esa misma misericordia con las personas que sostienen posturas ideológicas
distintas a nosotros, es una tomadura de pelo. Creer en el Dios compasivo y
misericordioso, que nos revela el Señor Jesús en este Evangelio no es algo muy
demandante. Otra cosa muy diferente, es dialogar, interactuar e incluir en
nuestro diario vivir a aquellas personas que ni de lejos piensan como nosotros.
En esta sociedad polarizada donde abundan los líderes populistas, expertos en
confrontar al "nosotros" del pueblo bueno que dicen representar, con
todos los demás, a quien llaman "ellos", es decir, con todos los que
no acatan los planteamientos simplistas del populismo; resultaría contrario al
espíritu evangélico de la misericordia y la compasión y contrario también al
más fundamental espíritu democrático.
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