Si damos la vuelta al elogio de la perseverancia, podremos aplicarlo
también a la participación ciudadana y a la vida cívica. El Señor Jesús partía
de los engorrosos trámites legales para animarnos a suplicar confiadamente a
Dios. El mensaje sigue siendo válido en tanto que en ocasiones nuestra
confianza en Dios parece flaquear. Sin embargo, podemos aprovecharlo para el
logro de propósitos e iniciativas sociales y políticas. Quienes disponen de una
pequeña parcela de poder terminan por sentirse dueños de éste, olvidando que
son funcionarios y servidores del pueblo que es el verdadero soberano. El
desdén y el desaire que en ocasiones recibimos en hospitales u otras instituciones
de carácter público no tendrán que desalentarnos, ni hacernos claudicar. En el
ejercicio de nuestros derechos, sobre todo aquellos que afectan nuestra salud y
nuestra dignidad, tendremos que ser perseverantes y respetuosos.
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