viernes, 6 de enero de 2023

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20230108

 

«Damos gracias al Dios misericordioso que, como afirma el Apóstol, nos ha hecho participes de la suerte de los santos en la luz. Él es quien nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino de su amado Hijo (Col 1, 12-13). Isaías lo había anunciado: el pueblo que andaba a oscuras vio una gran luz (Is 9, 1-2). De ellos vuelve a decir Isaías al Señor: Pueblos que no te conocen te invocarán, y pueblos que te ignoran vendrán a ti (Is 55, 5). Abraham vio este día y se alegró (Jn 8, 56). Se regocijó cuando supo que los hijos de su fe serían bendecidos en su descendencia, es decir, en Cristo, y cuando entrevió que por su fe llegaría a ser padre de todos los pueblos dio gloria a Dios, plenamente convencido de que cumpliría lo que el Señor había prometido (Rm 4, 20-21). Este día David cantó en los Salmos diciendo: Todos los pueblos que creaste vendrán y se postrarán ante ti, oh, Señor, para dar gloria a tu nombre (Sal 85, 9); y otra vez: El Señor ha manifestado su salvación, a los ojos de los pueblos ha revelado su justicia (Sal 97,2). Todo esto, lo sabemos, se realizó cuando los tres Magos, llamados desde sus lejanos países, fueron conducidos por una estrella a conocer y adorar al Rey del cielo y de la tierra. Esta estrella nos exhorta particularmente a imitar el servicio que ella prestó, en el sentido de que debemos seguir, con todas nuestras fuerzas, la gracia que invita a todos a Cristo. En este compromiso, hermanos queridos, todos debéis ayudarse mutuamente. Resplandeced, pues, como hijos de la luz en el reino de Dios, a donde conducen la fe verdadera y las buenas obras. Por Cristo, Nuestro Señor. Amén» (San León Magno [c.390-461] 45º Papa de la Iglesia. Disc. 3 para la Epifanía, 1-3. 5). 

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