Todos tenemos experiencias con Dios en la vida cotidiana,
pero tal vez no las entendemos. Aun cuando creamos que las entendemos, siempre
tienen aspectos que superan nuestra capacidad. En esto nos puede ayudar la
Biblia. Como nuestros antecesores utilizaron el Antiguo Testamento para
entender a Jesús, podemos utilizar toda la Biblia para comprender su presencia
y actividad hoy. Sólo hay que buscar, por medio de concordancias o índices, o
por nuestro propio conocimiento personal, esos elementos bíblicos que se
asemejan a nuestras experiencias y que las pueden iluminar. Esta especie de
lectio divina cumple con el consejo ofrecido por el Concilio Vaticano II en su
documento sobre la revelación divina: "no olviden que debe acompañar la
oración a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre
Dios y el ser humano" (Dei Verbum, núm. 25).
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