Todos saben que durante las liturgias de la Semana Santa
leemos el relato de la pasión de Cristo dos veces en voz alta y en público. En
las celebraciones del Domingo de Ramos y la del Viernes Santo, una parte muy
importante de nuestra participación en la liturgia es la lectura de la pasión.
Este hecho muy sencillo nos recuerda una verdad crucial: la necesidad del
contacto directo con las Escrituras. Es cierto que conocemos varias partes de
ellas por medio del arte litúrgico, por haberlas escuchado en el catecismo, por
verlas representadas en las obras teatrales y fílmicas y de muchas otras
maneras. No obstante, nada puede sustituir el contacto directo e intenso con
ellas. Sólo mediante ese contacto podemos encontrar la revelación divina en
toda su pureza y fuerza original.
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