lunes, 3 de octubre de 2011

Dios «es más fuerte que nuestra miseria»


 El salmo 50 «Miserere», que es una composición poética que recuerda el adulterio cometido por el rey David con Betsabé y el asesinato de su marido Urías, y que comienza presentando en toda su crudeza la maldad del pecado ( «contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces»), que aleja al hombre de Dios y de sus hermanos y muestra cómo cuando el hombre confiesa su pecado, la justicia salvífica de Dios se demuestra dispuesta a purificarlo radicalmente; Aunque nuestros pecados fueran negros como la noche, la misericordia divina es más fuerte que nuestra miseria. A través de la confesión de las culpas se abre de hecho para el orante un horizonte de luz en el que Dios actúa. El Señor no obra sólo negativamente, eliminando el pecado, sino que vuelve a crear la humanidad pecadora a través de su Espíritu vivificante: infunde en el hombre un corazón nuevo y puro, es decir, una conciencia renovada, y le abre la posibilidad de una fe límpida y de un culto agradable a Dios.
Sólo hace falta una cosa, que el pecador abra al menos un poco la puerta de su corazón... el resto lo hará Dios... Todo comienza en su misericordia y en su misericordia termina.
El reconocimiento del propio pecado, la conversión, y el perdón de Dios se convierten, por tanto, en componentes fundamentales de una espiritualidad que debe reflejarse en la existencia cotidiana de los fieles. 

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