sábado, 8 de octubre de 2011

El adviento tiempo de espera



Para el creyente, esperar no sólo es aguardar a que suceda algo: es compromiso aquí y ahora, en la construcción del Reino de Dios. La esperanza, por una parte, impulsa al cristiano a no perder de vista la meta final que da sentido y valor a toda su existencia y, por otra, le ofrece motivaciones sólidas y profundas para su esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad, para hacerla conforme al proyecto de Dios.


Con el Primer Domingo de Adviento se inicia el tiempo de Adviento, y con él, el año eclesiástico o  litúrgico, que rige  las fiestas de la Iglesia. Podemos decir que tiempo litúrgico es cada una de las divisiones que hace la Iglesia católica del año religioso: Adviento, Navidad, Tiempo ordinario, Cuaresma y Pascua.

Adviento (del latín adventus, llegada), en la liturgia cristiana, es el tiempo de preparación al nacimiento de Jesucristo, que comprende las cuatro semanas que preceden a la Navidad.

El adviento es tiempo de espera de la venida del Señor. Durante los días de adviento, se suprimen algunos signos festivos y hay cambio en los detalles externos —cantos (omisión del Gloria), vestiduras moradas y ambientación de lugar— es una manera de expresar que, mientras vivamos peregrinos en este mundo, alguna cosa falta aún para la fiesta completa. Sólo cuando el Señor esté con su pueblo de una manera visible, la Iglesia podrá hacer su fiesta con todo esplendor.

El Adviento forma una unidad de movimiento con la Navidad y la Epifanía. Las tres palabras vienen a significar lo mismo: venida, nacimiento, manifestación. El Dios que ha querido ser Dios-con-nosotros entró hace dos mil años en nuestra historia en Belén, pero la actualiza sacramentalmente cada año en este tiempo fuerte de seis o siete semanas; desde el primer domingo del Adviento hasta la fiesta del Bautismo del Señor.

Un tiempo que ante todo es de gracia, y a la vez constituye una formación permanente y una profundización de la vida cristiana en sus actitudes fundamentales de fe y esperanza.

Siguiendo el modelo de María, “Mujer de esperanza que supo acoger, como Abraham, la voluntad de Dios, esperando contra toda esperanza, la Iglesia invita a los fieles a prepararse a salir al encuentro del Salvador que viene, preparándonos espiritualmente con el sacramento de la Reconciliación, para que cuando festejemos la Navidad, realmente Cristo nazca en nuestros corazones y transforme nuestra vida de pecado y no se quede en puros festejos exteriores.
¡Ven Señor Jesús, te esperamos!

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