«Tres son las enseñanzas del Señor: la esperanza de la vida, principio
y término de nuestra fe; la justicia, comienzo y fin del juicio; el amor en la
alegría y el regocijo ¡testimonio de las obras de la justicia. El Señor, en
efecto, nos ha manifestado por medio de sus profetas el pasado y el presente, y
nos ha hecho gustar por anticipado las primicias de lo que vendrá. Viendo, pues,
que estas cosas se van cumpliendo en el orden en que él las había predicho,
debemos avanzar en una vida más generosa y excelsa en el temor del Señor. Por
lo que respecta a mí no como maestro, sino como uno de vosotros, os manifestaré
algunas enseñanzas que os puedan alegrar en las presentes circunstancias. Ya
que los días son malos y que el Altanero mismo posee poder, debemos, estando vigilantes
sobre nosotros mismos, buscar las justificaciones del Señor. Nuestra fe tiene
como ayuda el temor y la paciencia, y como aliados la longanimidad y el dominio
de nosotros mismos. Si estas virtudes permanecen santamente en nosotros, en
todo lo que atañe al Señor, tendrán la gozosa compañía de la sabiduría, la
inteligencia, la ciencia y el conocimiento. El Señor nos ha dicho claramente,
por medio de los profetas, que no tiene necesidad ni de sacrificios ni de
holocaustos ni de ofrendas, cuando dice: ¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios?
dice el Señor. Estoy harto de holocaustos de carneros ... la sangre de toros,
corderos y machos cabríos no me agrada, ¿por qué entráis a visitarme? ¿Quién
pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me traigáis más dones
vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados, asambleas, no los aguanto»
(Carta de Bernabé [e. 70-130]1, 1-8; 2, 1-5).
No hay comentarios:
Publicar un comentario