Debemos prestar atención al Dios que predicamos si somos
sacerdotes y misioneros que hablamos durante la misa o si somos laicos que
predicamos con acciones en la vida cotidiana, pues lo que presentamos de Dios
tiene consecuencias. Al fin Y al cabo, ¿quién quiere ser cristiano si nos
mostramos como despiadados, codiciosos, llenos de afán de poder y dinero? El
Concilio Vaticano II ha expresado esta verdad en una frase que se ha vuelto
famosa: "En la génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios
creyentes, en cuanto que... con la exposición de la doctrina o, incluso, con
los defectos de su vida religiosa, moral y social han velado más que revelado
el genuino rostro de Dios" (GS n. 19).
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