«En el sexto mes del embarazo de Isabel el arcángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret... De nuevo doy vueltas a esto en mi mente y me pregunto por qué Dios, una vez que había decidido que el Salvador naciera de una virgen, no eligió una muchacha sin esposo, sino precisamente una que estaba ya desposada. Y, si no me engaño, el motivo fue éste: debía nacer de una virgen que no sólo tuviera esposo, sino que -como escribe Mateo- había sido ya entregada a un varón, aunque éste aún no la había conocido, a fin de que esta situación no diera pábulo al deshonor de la virgen cuando el embarazo fuera ostensible. Por eso, encuentro dicho de un modo elegante en la carta de un mártir -me refiero a Ignacio, el segundo obispo de Antioquia después de Pedro, quien en la persecución en Roma luchó contra las bestias-: "la virginidad de María permaneció oculta para el príncipe de este mundo". Permaneció oculta gracias a José, permaneció oculta gracias a los desposorios, permaneció oculta porque la gente creía que tenía esposo. Si no hubiera tenido un prometido, y uno que era tenido por su esposo, de ninguna manera podría haberse mantenido oculta ante el príncipe de este mundo. Pues inmediatamente se habría insinuado en el diablo la sospecha: "¿cómo es que esa está encinta sin haberse unido con un varón? Esta concepción debe de ser divina; debe de ser algo que está por encima de la naturaleza humana". Por el contrario, el Salvador había dispuesto que el diablo ignorara sus planes de redención y su encarnación corporal. Por eso ocultó su generación y más tarde ordenaba a los discípulos que no lo dieran a conocer públicamente» (Orígenes [c. 185-c. 254], Evangelio de Lucas VI, 3-4).
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