Dios es un maestro óptimo y sabe cómo ayudar a sus estudiantes a aprender perfectamente. A veces utiliza un método progresivo, que empieza con introducciones detalladas, y avanza lenta y suavemente. Es un método que necesitamos en ciertas situaciones y en algunos momentos, quizá cuando estamos en los puntos más débiles de nuestras vidas. Pero otras veces utiliza un método impactante y hasta espantoso, centrado en el choque que nos atrapa desprevenidos. Es el método que utiliza durante el Tiempo litúrgico de Adviento. Las lecturas de este Tiempo frecuentemente emplean imágenes escatológicas o hasta apocalípticas que nos dan un sentido de incomodidad. Aluden a acontecimientos que tal vez nos parezcan extraños, desconcertantes o desagradables. No es que Dios se complace en el malestar o desazón. Es que intenta despertarnos de cualquier sueño espiritual en que hayamos caído durante el año.
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