sábado, 10 de febrero de 2024

EN COMUNION CON LATRADICION VIVA DE LA IGLESIA 20240211

 


«Curado, pues el leproso, le mandó el Señor que no dijera nada a nadie, sino que se presentara al sacerdote y ofrecerá el don que Moisés había ordenado en testimonio para ellos. Hay quienes dicen que la razón de mandar el Señor al leproso que no dijera nada a nadie fue para que los sacerdotes no mostraran mala voluntad en la certificación de la curación de la lepra. Suposición absolutamente tonta, pues no limpió el Señor al leproso de modo que cupiera duda sobre su cabal curación. No, la razón de mandarle no decir nada a nadie fue para enseñarnos a no buscar la ostentación y vanagloria. Realmente, bien sabía el Señor que el leproso no le haría ningún caso y que pregonaría a gritos a su bienhechor; sin embargo. Él hizo lo que a Él le tocaba. Entonces me dirás, ¿cómo es que en otra ocasión manda que se publique el milagro? No es que se contradiga a sí mismo. Lo que entonces nos quiso enseñar es que seamos agradecidos (Lc 17,11). Porque tampoco en esa otra ocasión mandó que se le pregonara a sí mismo, sino que se diera gloria a Dios Así, por este leproso quiere el Señor hacernos humildes y sin vanagloria; por el otro, agradecidos y reconocidos; y en uno

y otro caso nos enseña a que, de cuanto sucede, refiramos toda la gloria al Dueño soberano. Los hombres, por la mayor parte, se acuerdan de Dios en la enfermedad; pero, apenas se ven libres de ella, se vuelven tibios. De ahí que Cristo, al mandarnos que, en todo momento, en salud como en enfermedad, atendamos a Dios, Dueño nuestro, nos dice: Da gloria a Dios (Jn 17,11)» (San Juan Crisóstomo [c.347-407]. Evangelio de san Mateo. Homilía 25).

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