sábado, 3 de febrero de 2024

EN COMUNIÓN CON LATRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20240204

 


«Fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. La lectura evangélica de hoy enseña al oyente atento por qué el Señor del cielo y restaurador del universo entró en los hogares terrenos de sus siervos. Aunque nada tiene de extraño que afablemente se haya mostrado cercano a todos, él que con clemencia había venido a socorrerá todos Conocéis ya lo que movió a Cristo a entrar en la casa de Pedro: no ciertamente el placer de recostarse a la mesa, sino la enfermedad de la que estaba en la cama; no la necesidad de comer, sino la oportunidad de curar; la obra del poder divino, no la pompa del banquete humano. En casa de Pedro no se servían vinos, sino que se derramaban lágrimas Por eso entró allí Cristo, no a banquetear, sino a vivificar Dios busca a los hombres, no las cosas de los hombres; desea dispensar bienes celestiales, no aspira a conseguirlos terrenales. En resumen: Cristo vino en busca nuestra, no en busca de nuestras cosas Encontró a la suegra en cama con fiebre. Entrando Cristo en casa de Pedro, vio lo que venía buscando. No se fijó en la calidad de la casa, ni en la afluencia de gente, ni en los ceremoniosos saludos, ni en la reunión familiar; no se detuvo tampoco a observar el decoro de los preparativos: se fijó en los gemidos de la enferma, dirigió su atención al ardor de la que estaba bajo la acción de la fiebre. Vio el peligro de la que estaba más allá de toda esperanza, e inmediatamente pone manos a la obra de su deidad: ni Cristo se sentó a tomar el alimento humano, antes de que la mujer que yacía en cama se levantara a las cosas divinas. La cogió de la mano, y se le pasó la fiebre. Veis cómo abandona la fiebre a quien coge la mano de Cristo. La enfermedad no se resiste, donde el autor de la salud asiste; la muerte no tiene acceso alguno, donde entró el dador de la vida» (San Pedro Crisólogo [380-450] (Sermón 18,246-249)

 

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