«Los que oran no han de presentarse ante Dios con oraciones estériles y
vanas. Es vacía la petición si se ruega a Dios con oraciones sin obras. Pues,
como todo árbol que no da fruto, debe ser cortado y arrojado al fuego, no hay
duda de que las palabras sin el fruto de las obras no pueden merecer la
aprobación de Dios, porque es infecunda en obras. Por lo mismo lo advierte la
Escritura con estas palabras: "Buena es la oración junto con el ayuno y la
limosna"
(Tb 1 2, 8). Puesto que, en el día del juicio ha de pagar la recompensa
por las obras y limosnas, ahora también Dios escucha con benignidad al que
llega a la oración con buenas obras. De ese modo, en fin, cuando oraba el
centurión Cornelio, mereció ser escuchado. Hizo muchas limosnas al pueblo y
siempre estaba orando a Dios. A éste, cuando un día estaba orando hacia las
tres de la tarde, se le presentó un ángel dándole testimonio de sus buenas
obras y diciéndole a Cornelio: "Tus oraciones y limosnas han subido hasta
la presencia de Dios, que las tiene presentes" (Hch 1 0, 2-4). No tardan
en subir a Dios las oraciones a las que los méritos de nuestras obras acrediten
ante Dios. Por eso, el ángel Rafael dio testimonio de la oración continua de
Tobías y de sus continuas obras diciendo: "Es honroso manifestar y
reconocer las obras de Dios. En efecto, cuanto tú y Sara orabais, yo presenté
vuestras oraciones en el acatamiento de Dios. Y cuando sepultabas piadosamente
a los muertos, levantándote al punto de la mesa para enterrarlos, por eso fui
enviado para probarte, y de nuevo me ha enviado Dios a curarte a ti ya Sara, tu
nuera. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que asistimos en la presencia de
Dios" (Tb 12, 11-15)"» (San Cipriano [c 210-2581. De oratione
dominica).
No hay comentarios:
Publicar un comentario