Texto bíblico (Mt 11, 25-26)
¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
Reflexión
No es raro encontrar personas a quienes la ciencia
acaba por volverlas tontas. La pequeñez, de la que habla el Evangelio, es por
sí misma una permanente apertura a Dios.
¡Pero
cuidado! Pequeñez no significa rechazo a la instrucción, al conocimiento. Esto
no es pequeñez evangélica, es pereza, o quizá miedo a que me quiten el único
espacio en que sé moverme.
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