viernes, 29 de noviembre de 2019

Cristo volverá con gran gloria.




«Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos» (Rm 14,9). La Ascensión de Cristo al cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo. Jesucristo es Señor: posee todo poder en los cielos y en la tierra. Él está «por encima de todo Principado, Potestad, Virtud, Dominación» porque el Padre» bajo sus pies «sometió todas las cosas» (Ef 1, 20-22). Cristo es el Señor del cosmos y de la historia. En él la historia de la humanidad e incluso toda la Creación encuentra su recapitulación (Ef 1,10), su cumplimiento trascendente.

Como Señor, Cristo es también la cabeza de la Iglesia que es su Cuerpo (Ef 1,22). Elevado al cielo y glorificado, habiendo cumplido así su misión, permanece en la tierra en su Iglesia... «La Iglesia, o el reino de Cristo presente ya en misterio «constituye el germen y el comienzo de este Reino en la tierra» (Vaticano II: LG 3,5). Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la «última hora» (1Jn 2,18).

«El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado «con gran poder y gloria» (Lc 21,17) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques del poder del mal, a pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido (1C 15,28), y «mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos de Dios» (LG 48; Rm 8,19.22). Por esta razón, los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía, que se apresure el retorno de Cristo cuando suplican: «Ven, Señor Jesús» (1C 16, 22; Ap 22,17.20).

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