viernes, 29 de noviembre de 2019

Despiertos y preparados




Muchos de los primeros cristianos pensaban que Jesús volvería en cualquier momento, no para destruir el mundo, sino para rehacerlo; tampoco para condenar a la gente, sino para amarla. Esto provocó que se preocuparan por dos actitudes fundamentales: estar despiertos y preparados.

Estar despiertos es mucho más que no estar dormidos. Cuando alguien está despierto tiene los ojos abiertos, atento a todo lo que sucede, como un vigilante. Esta actitud se precisa en los vv. 37-41, al señalar que se está despierto para hacer lo extraordinario lo significativo; no se tiene que vivir como en los tiempos de Noé, es decir, sólo la iban pasando, prolongando la especie, pero no el sentido de la vida. Tampoco hay que esperar desgracias para reaccionar. El ser humano debe aprender de la gracia, de la bondad de Dios y de los demás.

Pero también hay que estar preparados pues el destino no está en las manos del ser humano. Ante el futuro, las personas estamos desarmadas, desprotegidas. Mucha gente del tiempo de los primeros cristianos pensaba que ante el futuro, ante el destino o hado, sólo existía la resignación; los seres humanos no podían hacer absolutamente nada; así se pensaba. Sin embargo, Jesús, ante lo desconocido, no promueve la resignación, tampoco la pasividad; invita a la atención y a la búsqueda, a la disponibilidad adecuada y al protagonismo generoso. Para esto, el evangelio invita en los vv. 40-41 a la transparencia o autenticidad como una actitud fundamental; Dios conoce el interior, a Dios no se le puede engañar.

Estamos desprotegidos ante la realidad; no siempre acertamos a vivir con sentido. Jesús nos pide estar atentos a nosotros mismos y a nuestro entorno. También nos invita a que nos responsabilicemos de nuestro futuro; asumamos que podemos ser protagonistas de nuestra vida, de nuestra historia.
Busquemos algún compromiso que nos provoque vivir con mayor sentido nuestro presente, siendo protagonistas de nuestro futuro.

Fuente
Propios de la Misa. Cuaderno 251. Diciembre 2019. Buena Prensa

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