«Pedro comenzó a reprenderlo
diciendo... A menudo hemos señalado el
gran celo y el amor extremo de Pedro hacia el Señor Salvador. Y entonces,
después de su profesión de fe: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo y de la
recompensa recibida del Salvador: Dichoso tú (... ), de pronto oye que el Señor
declara que debe ir a Jerusalén y allí sufrir mucho de parte de los ancianos...
; él no quiere que su profesión de fe se reduzca a la nada y cree imposible que
el hijo de Dios pueda ser muerto; en su amor lo atrae hacia sí o bien lo lleva
aparte para que no lo vean refutar a su Maestro en presencia de los demás
discípulos y comenzó a reprenderlo afectuosamente expresando su deseo: Dios no
lo permita, Señor, eso no sucederá, es imposible, mis oídos se niegan a aceptar
que el Hijo de Dios tenga que morir. Y volviéndose hacia él, el Señor dijo: ¡Ve
detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí
un obstáculo. Satanás significa el adversario o contrario. Porque hablas en
contra de mi voluntad, dice, debes ser llamado mi adversario. Muchos piensan
que el Señor no habría corregido a Pedro sino al espíritu enemigo que sugería
esas palabras al apóstol. Pero yo no creería jamás que el error del apóstol,
proveniente de un piadoso sentimiento, haya sido provocado por el diablo. Al
diablo le dice: Retírate; Pedro oye que le dicen: ve detrás de mí, es decir
sigue mi decisión, porque no tienes el gusto de las cosas de Dios sino de las
de los hombres. Mi voluntad y la del Padre es que muera por la salvación de los
hombres; pero tú, considerando sólo tu voluntad, no quieres que el grano de
trigo caiga en tierra y produzca mucho fruto» (San Jerónimo [342-420. Libro 111,22.23
Evangelio de san Mateo).
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