Hoy el problema para el plan de Dios no es tanto la existencia de
planes opuestos, sino de un cansancio de la idea de que la historia se guía por
un plan. Hay elementos en nuestra sociedad como el consumismo, promovido por la
mercadotecnia, o ciertos medios sociales que intentan disuadirnos de tomar una
perspectiva amplia sobre nuestras vidas y la historia misma; incluso buscan
focalizarnos en placeres momentáneos, problemas minúsculos y momentos
pasajeros. Tal vez también entra en esta situación una especie de temor ante el
riesgo que representa una visión amplia junto con un escepticismo acerca de
nuestra capacidad de entender la vida de manera profunda. Por eso nuestra fe en
un Dios, que no es azaroso y arbitrario, sino que tiene un plan, requiere que
seamos contra-culturales, valerosos y revolucionarios.
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