Una de las condiciones básicas para alcanzar una existencia
verdaderamente humanizadora y plena es la responsabilidad ética. No se puede vivir
en libertad, si uno no reflexiona y se hace cargo de la tarea de contrastar el
bien con el mal. En las circunstancias cambiantes de la historia, podemos
incurrir en confusiones lamentables: llamamos con palabras altisonantes
-transformación histórica, cambio de paradigma- a viejas formas de gobierno
autoritarias. Delitos crasos y burdos como los homicidios y en particular los
feminicidios, no tienen justificación alguna. Son barbarie y nada más provocan
tanto sufrimiento que no pueden encontrar ningún atenuante moral. Los violentos
no tienen ninguna justificación que alegar. Los cristianos tenemos un referente
incuestionable: El Evangelio nos presenta la figura de Jesús como un hombre
pleno, libre de autoengaños.
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