jueves, 6 de febrero de 2020

Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo.




Del santo Evangelio según san Mateo: 5,13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre, que está en los cielos". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

En evangelio del día de hoy es del evangelista San Mateo y es una continuidad del relato a las bienaventuranzas que leímos en la liturgia del pasado domingo. Jesús propone a sus discípulos un nuevo estilo de vida, que se funda en el amor llevado hasta sus últimas consecuencias y convierte a sus discípulos en "sal de la tierra" y "luz del mundo".

Jesús es un gran pedagogo, y para enseñar a sus discípulos en este caso utiliza dos elementos de uso común. La sal, y la luz.

La sal, aparte de dar sabor a los alimentos, en la época de Jesús su uso principal es preservar de la corrupción, se suele hablar simbólicamente de una "alianza de sal", es decir, de una alianza indestructible.

Es propio de la naturaleza de la luz el alumbrar por cualquier parte que se la lleve y que introducida en las casas mate las tinieblas, quedando sola la luz. Por lo tanto, el mundo, sin el conocimiento de Dios, estaba oscurecido con las tinieblas de la ignorancia. Mas por medio de los Apóstoles se le comunicó la luz de la verdadera ciencia, y así brilla el conocimiento de Dios y por cualquier parte que caminen, de su pobre humanidad brota la luz que disipa las tinieblas. Los discípulos de Jesús son llamados así "sal de la tierra", porque a ellos de una manera especial les corresponde sazonar y conservar al mundo, haciéndolo entrar en alianza con Dios.

No puede, pues, esconderse una ciudad colocada sobre un monte. Aun cuando ella quiera, el monte que la tiene sobre sí, la hace visible a todos. Así los discípulos, que han sido establecidos en Cristo no pueden esconderse, aun cuando quieran, porque Jesús los manifiesta. Jesús  demuestra con otra comparación por qué manifiesta a sus discípulos y no permite que se escondan, cuando dice: No se enciende una lámpara para meterla en un cajón, sino que se pone en el candelero.

La lámpara es la palabra divina, de la cual se dice en el salmo (118,5): "Tu palabra es la lámpara que guía mis pasos". Los que encienden la lámpara son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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