viernes, 21 de febrero de 2020

Para que sean hijos de su Padre celestial


Texto

Del Santo Evangelio según San Mateo 5,38-48

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: han oído que se dijo: ojo por ojo, diente por diente. Pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar enjuicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda. Han oído que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio les digo: amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre Celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los malos, y manda su lluvia sobre los justos y los injustos. Porque, si ustedes aman a los qu
e los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan tan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Ustedes, pues, sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto.
Palabra del Señor.

Comentario sobre el texto

Mateo 5,38: Ojo por ojo, diente por diente. Jesús cita un texto de la Ley antigua diciendo: "¡Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente!". El abrevia el texto original que dice: "Vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe" (Ex 21,23-25). Como en los casos anteriores, aquí también Jesús hace una relectura enteramente nueva. El principio: "ojo por ojo, diente por diente" estaba en la raíz de la interpretación que los escribas hacían de la ley. Este principio debe ser subvertido, pues pervierte y perjudica la relación entre las personas y con Dios.

Mateo 5,39: devolver mal con mal. Jesús afirma exactamente lo contrario: "Pero yo os digo: no os vengáis de quien os hace el mal". Ante una violencia recibida, nuestra relación natural es pagar al otro con la misma moneda. La venganza pide: "ojo por ojo, diente por diente". Jesús pide retribuir el mal no con el mal, sino con el bien. Pues, si no sabremos superar la violencia recibida, la espiral de violencia lo invadirá todo y no habrá salida. Lamec decía: "Pongan atención a mis palabras.

Si Caín ha de ser vengado siete veces, Lamec ha de serlo setenta y siete veces" (Gn 4,24). Fue por causa de esta venganza extremada que todo terminó en la confusión de la Torre de Babel (Gen 11,1-9). Fiel a la enseñanza de Jesús, Pablo escribe en la carta a los Romanos: "antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. "No devuelvan a nadie mal por mal, procuren ganarse el aprecio de todos los hombres. No te dejes vencer por lo malo, más bien vence el mal a fuerza de bien". (Rom 12,17.21). Para poder tener esta actitud, es necesario tener mucha fe en la posibilidad que el ser humano tiene de recuperarse. ¿Cómo hacer esto en la práctica? Jesús nos ofrece 3 ejemplos concretos.

Mateo 5,39b-42: Los cuatro ejemplos para superar la espiral de violencia. Jesús dice: (a) al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; (b) al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; (c) y al que te obligue a andar una milla vete con él dos; (d) a quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda. (Mt 5,40-42). ¿Cómo entender estas cuatro afirmaciones? Jesús mismo nos ofreció una ayuda de cómo debemos entenderlas. Cuando el soldado le dio una bofetada en el rostro, él no ofreció la otra. Por el contrario, reaccionó con energía: "Si he hablado mal, muéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?" (Jn 18,23) Jesús no enseña la pasividad. San Pablo piensa que, retribuyendo el mal con el bien, "haciendo esto, amontonarás brasas sobre su cabeza" (Rom 12,20). Esta fe en la posibilidad de recuperar al ser humano sólo es posible desde una raíz que nace de la total gratuidad del amor creador que Dios mostró para con nosotros en la vida y en las actitudes de Jesús.

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