La sociedad mexicana, lo mismo que la Iglesia, atraviesa
desafíos complejos. La fractura entre las prácticas y las creencias arroja
saldo negativo, manifiesto en el aumento de homicidios, en el descontrol de
autoridades y ciudadanos inermes ante el aumento de la inseguridad y de la
impunidad. Un pueblo que frecuenta los santuarios marianos y que participa en
celebraciones religiosas con regularidad padece las consecuencias de la doble
moral. Supuestos creyentes nominales que viven una fe desabrida, que termina
siendo inoperante. Sal que no sirve, sino para ser tirada a la calle. La imagen
parece violenta, pero transparenta la radicalidad del Señor Jesús que nos
invita el decir sí o no con toda contundencia.
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