UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO.- No resulta
complicado explicar la misericordia de Dios. Cuando se habla del Dios
misericordioso en calidad de creyente, no se puede permanecer indiferente. Es
necesario definirse, viviendo en sintonía con la misericordia. Cuando
reflexionamos en el océano de violencia y brutalidad que salpica a tantos
hogares y familias de nuestro país, nos quedamos desconcertados al pensar que
admitimos pertenecer a la comunidad de los bautizados en el nombre de
Jesucristo. La práctica de la violencia es incompatible con la fe en el Dios
misericordioso. No podemos excusarnos de nuestra indiferencia, el predominio
del mal avanza porque ni los cristianos de a pie, ni los gobernantes de allá
arriba tenemos la entereza y la determinación de poner un límite. Ningún solitario
Quijote podrá enfrentar a los delincuentes. La sociedad, el gobierno y el
Estado tenemos que sumarnos, porque va de por medio la vida de todos.
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