Los afectos familiares, la seguridad jurídica y en particular
la propia vida, son realidades que nos interesan y preocupan. No es nada
sencillo poner en riesgo dichos valores cuando se vive en un clima violento y
amenazador. Miles de personas en nuestro país saben lo que significa que sus
hijos salgan de casa y no regresen; cientos de madres saben lo que es andar de
un sitio a otro tratando de dar con el paradero de sus desaparecidos. Vivimos
en medio de una sociedad muy violenta que desprecia el valor más importante: la
vida. Cuando la vida se pone en riesgo por fidelidad a Jesucristo el creyente
encuentra un sentido. Lo que no tiene justificación alguna son las muertes
arbitrarias y carentes de toda racionalidad que a diario enlutan el corazón de
tantas familias en México. Algo hemos hecho demasiado mal para vivir en este
lodazal de violencia.
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