En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "El que acepta mis
mandamientos y los cumple, ése me ama. Al que me ama a mí, lo amará mi Padre,
yo también lo amaré y me manifestaré a él".
Entonces le dijo Judas (no el Iscariote): "Señor, ¿por qué razón a
nosotros sí te nos vas a manifestar y al mundo no?" Le respondió Jesús:
"El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él
y haremos en él nuestra morada. El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la
palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Consolador,
el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las
cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho".
Reflexión
Jesús insiste a sus discípulos en la importancia del amor, pues este es
el signo por el que les reconocerán como discípulos. Este amor se hace
manifiesto, no por decirle: Señor, Señor, cuánto te amo, sino por cumplir sus
mandamientos, pues dice: "El que me ama, cumplirá mi palabra".
De manera que no podemos decir que amamos a Jesús, si no estamos
dispuestos a poner nuestro máximo esfuerzo por vivir de acuerdo con el
Evangelio. Lo más maravilloso de este pasaje es que cumplir el Evangelio, será
el motivo por el que el Padre del Cielo nos amará y vivirá la Santísima
Trinidad en nosotros, como en un templo. Es decir, esta realidad bautismal, se
hace activa y operante en la medida en que nosotros le manifestamos nuestro
amor a Jesús viviendo de acuerdo con su Palabra.
Te invito a meditar por un momento, lo que significa que el Dios del
universo viva en ti. Si entiendes esto, estoy seguro de que, definitivamente,
te esforzarás con todo tu corazón para vivir de acuerdo con el Evangelio.
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