En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga el
Consolador, que yo les enviaré a ustedes de parte del Padre, el Espíritu de
verdad que procede del Padre, él dará testimonio de mí y ustedes también darán
testimonio, pues desde el principio han estado conmigo.
Les he hablado de estas cosas para que su fe no tropiece. Los
expulsarán de las sinagogas y hasta llegará un tiempo, cuando el que les dé
muerte creerá dar culto a Dios. Esto lo harán, porque no nos han conocido ni al
Padre ni a mí. Les he hablado de estas cosas para que, cuando llegue la hora de
su cumplimiento, recuerden que ya se lo había predicho yo".
Reflexión
Jesús, como parte de la preparación final a sus apóstoles antes de la
pasión los instruyó sobre dos cosas: la primera y más importante, es que serían
revestidos de una fuerza interior que los convertiría en auténticos testigos de
su amor y de su Reino.
Por otro lado, que el convertirse en auténticos testigos los llevará a
afrontar una serie de dificultades, incluso a perder la vida como prueba de
fidelidad. Estos dos elementos han estado presentes siempre en la Iglesia: el
testimonio de Cristo, Mesías, llevado hasta las últimas consecuencias y la
presencia activa del Espíritu que conforta, anima e impulsa a testificar que
Jesús es el Señor y que solo en él hay Vida en Abundancia.
Quizás sería bueno esta semana reflexionar sobre la eficacia de nuestro
testimonio ante los demás. Nuestro testimonio con nuestros compañeros de
trabajo y en nuestra misma familia. Y por otro lado, hacernos conscientes de la
presencia activa del Espíritu que obra en nosotros y nos asegura que sólo en
Jesús hay vida.
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