«Compartan con mansedumbre la esperanza que hay en sus corazones».
(Cfr. 1 Pe 3, 15-16)
Una vida «plena» junto a Dios…
Celebramos la Ascensión de Jesús al cielo, acaecida cuarenta días
después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro
espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando
consigo nuestra humanidad:
¡Nuestra humanidad entra por primera vez en el cielo...! El Evangelio
de San Lucas nos muestra la reacción de los discípulos ante el Señor que,
mientras los bendecía, «se fue apartando de ellos y se fue elevando al cielo».
No hubo en ellos dolor y desconsuelo, sino que, después de adorarlo,
«regresaron a Jerusalén llenos de gozo» … Es el regreso de quien no teme ya a
la ciudad que había rechazado al Maestro, que había visto la traición de Judas
y la negación de Pedro. Que había visto la vergonzosa dispersión de los
discípulos y la violencia de un poder que –con su ahora nuevo mensaje y con su
testimonio tan lleno de entusiasmo– se sentía amenazado.
A partir de aquel día para los apóstoles y para todo discípulo de Cristo fue posible habitar en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, porque sobre todas las ciudades del mundo está el mismo cielo y cualquiera de sus habitantes puede alzar la mirada con esperanza hacia él… En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que llegó a asumir el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él permanece para siempre el «Dios-con-nosotros» y no nos deja solos. Desde entonces podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros nuestro futuro… En la Ascensión de Jesús, el Crucificado-Resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de vida junto a Dios Jesús nos ha asegurado que para este anuncio y para este testimonio seremos revestidos de «la fuerza que viene de lo alto», es decir, con el poder del Espíritu Santo… Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu continúa abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia también en los ambientes más refractarios de nuestras ciudades… ¡Que en esta semana –que nos lleva a la gran fi esta de Pentecostés– sepamos permanecer espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger al Espíritu Santo! [Sintetizado de: Papa Francisco, Regina Coeli, 8-V-2016].
LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR
ANTÍFONA DE ENTRADA Hech 1, 11
Hombres de Galilea, ¿qué hacen allí parados mirando al cielo?
Ese mismo Jesús, que los ha dejado para subir al cielo, volverá como lo
han visto marcharse. Aleluya.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama el Señor.
Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos,
te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor,
Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que
quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del
mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú
Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Dios todopoderoso, rebosar de santa alegría y, gozosos, elevar
a ti fervorosas gracias ya que la ascensión de Cristo, tu Hijo, es también
nuestra victoria, pues a donde llegó él, que es nuestra cabeza, esperamos
llegar también nosotros, que somos su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
[Se fue elevando a la vista de sus apóstoles.]
Del libro de los Hechos de los Apóstoles 1, 1-11
En mi primer libro, querido Teófilo, escribí acerca de todo lo que
Jesús hizo y enseñó, hasta el día en que ascendió al cielo, después de dar sus
instrucciones, por medio del Espíritu Santo, a los apóstoles que había elegido.
A ellos se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que
estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino
de Dios. Un día, estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de
Jerusalén. Aguarden aquí a que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que ya
les he hablado: Juan bautizó con agua; dentro de pocos días ustedes serán
bautizados con el Espíritu Santo”.
Los ahí reunidos le preguntaban: “Señor, ¿ahora sí vas a restablecer la
soberanía de Israel?” Jesús les contestó: “A ustedes no les toca conocer el
tiempo y la hora que el Padre ha determinado con su autoridad; pero cuando el
Espíritu Santo descienda sobre ustedes, los llenará de fortaleza y serán mis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los últimos rincones
de la tierra”.
Dicho esto, se fue elevando a la vista de ellos, hasta que una nube lo
ocultó a sus ojos. Mientras miraban fijamente al cielo, viéndolo alejarse, se
les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: “Galileos,
¿qué hacen allí parados, mirando al cielo? Ese mismo Jesús que los ha dejado
para subir al cielo, volverá como lo han visto alejarse”. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL del salmo 46
R. Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.
Aplaudan, pueblos todos; aclamen al Señor, de gozo llenos; que el
Señor, el Altísimo, es terrible y de toda la tierra, rey supremo. R.
Entre voces de júbilo y trompetas, Dios, el Señor, asciende hasta su
trono. Cantemos en honor de nuestro Dios, al rey honremos y cantemos todos. R.
Porque Dios es el rey del universo, cantemos el mejor de nuestros
cantos. Reina Dios sobre todas las naciones desde su trono santo. R.
SEGUNDA LECTURA
[Cristo entró en el cielo mismo.]
De la carta a los hebreos 9, 24-28; 10, 19-23
Hermanos: Cristo no entró en el santuario de la antigua alianza, construido
por mano de hombres y que sólo era figura del verdadero, sino en el cielo
mismo, para estar ahora en la presencia de Dios, intercediendo por nosotros.
En la antigua alianza, el sumo sacerdote entraba cada año en el santuario
para ofrecer una sangre que no era la suya; pero Cristo no tuvo que ofrecerse
una y otra vez a sí mismo en sacrificio, porque en tal caso habría tenido que
padecer muchas veces desde la creación del mundo. De hecho, él se manifestó una
sola vez, en el momento culminante de la historia, para destruir el pecado con
el sacrificio de sí mismo.
Y así como está determinado que los hombres mueran una sola vez y que
después de la muerte venga el juicio, así también Cristo se ofreció una sola
vez para quitar los pecados de todos. Al final se manifestará por segunda vez,
pero ya no para quitar el pecado, sino para la salvación de aquellos que lo
aguardan, y en él tienen puesta su esperanza.
Hermanos, en virtud de la sangre de Jesucristo, tenemos la seguridad de
poder entrar en el santuario, porque él nos abrió un camino nuevo y viviente a
través del velo, que es su propio cuerpo. Asimismo, en Cristo tenemos un
sacerdote incomparable al frente de la casa de Dios.
Acerquémonos, pues, con sinceridad de corazón, con una fe total, limpia
la conciencia de toda mancha y purificado el cuerpo por el agua saludable.
Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que
nos hizo las promesas es fiel a su palabra. Palabra de Dios.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Mt 28, 19. 20
R. Aleluya, aleluya.
Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor, y sepan que yo
estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
R. Aleluya.
EVANGELIO
[Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo.]
Del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53
En aquel tiempo, Jesús se apareció a sus discípulos y les dijo: “Está
escrito que el Mesías tenía que padecer y había de resucitar de entre los
muertos al tercer día, y que en su nombre se había de predicar a todas las
naciones, comenzando por Jerusalén, la necesidad de volverse a Dios para el
perdón de los pecados. Ustedes son testigos de esto. Ahora yo les voy a enviar
al que mi Padre les prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad, hasta que reciban
la fuerza de lo alto”.
Después salió con ellos fuera de la ciudad, hacia un lugar cercano a
Betania; levantando las manos, los bendijo, y mientras los bendecía, se fue
apartando de ellos y elevándose al cielo. Ellos, después de adorarlo,
regresaron a Jerusalén, llenos de gozo, y permanecían constantemente en el
templo, alabando a Dios. Palabra del Señor.
PROFESIÓN DE FE
CREDO de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder
de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí ha de venir a
juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la
carne y la vida eterna.
Amén.
ORACIÓN DE LOS FIELES:
Pongamos nuestra mirada en Jesús –que ha atravesado el cielo para
interceder por nosotros– y pidámosle por las necesidades de todos los hombres:
1. Para que Cristo venga en ayuda de su Iglesia, que lucha en medio de
las dificultades del mundo, y no permita que sus fieles se dejen cautivar por
los bienes de la tierra, roguemos al Señor.
2. Para que Jesús –que prometió que, al ser elevado sobre la tierra,
atraería a todos hacia sí– revele su nombre a los hombres que aún no lo
conocen, roguemos al Señor.
3. Para que el Señor, llene de esperanza a los que sufren enfermedades
en el cuerpo o angustias en el espíritu, roguemos al Señor.
4. Para que el Señor nos envíe el Espíritu Santo, a fin de que nos
enseñe a amar los bienes de arriba y a no dejarnos cautivar por las cosas de la
tierra, roguemos al Señor.
Padre todopoderoso, que has resucitado a tu Hijo, y lo has hecho Señor
del universo, reconoce la voz de tu amado en las oraciones de la Iglesia y
concédenos
lo que, con fe, te hemos pedido. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina, por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al ofrecerte, Señor, este sacrificio en la gloriosa festividad de la ascensión,
concédenos que por este santo intercambio, nos elevemos también nosotros a las
cosas del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
El misterio de la Ascensión
V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu
V/. Levantemos el corazón.
R/. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V/. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R/. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte
gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y
eterno. Porque Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado y de
la muerte, ha ascendido [hoy] ante el asombro de los ángeles a lo más alto del
cielo, como mediador entre Dios y los hombres, como juez de vivos y muertos. No
se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos
como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la
ardiente esperanza de seguirlo en su reino. Por eso, con esta efusión de gozo
pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros
celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu
gloria:
Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 28, 20
Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo. Aleluya.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que nos permites participar en la tierra de
los misterios divinos, concede que nuestro fervor cristiano nos oriente hacia
el cielo, donde ya nuestra naturaleza humana está contigo. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
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