En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Discípulos: "No pierdan la paz.
Si creen en Dios, crean también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas
habitaciones. Si no fuera así, yo se lo habría dicho a ustedes, porque voy a
prepararles un lugar. Cuando me vaya y les prepare un sitio, volveré y los
llevaré conmigo, para que donde yo esté, estén también ustedes. Y ya saben el
camino para llegar al lugar a donde voy".
Entonces Tomás le dijo: "Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo
podemos saber el camino?" Jesús le respondió: "Yo soy el camino, la
verdad y la vida; nadie va al Padre, sino por mí".
Reflexión
Ciertamente para los apóstoles y para los discípulos podría haber
habido confusión en cuanto a dónde se dirigía Jesús, pero para nosotros esto es
ahora claro, pues después de la resurrección sabemos que él ha ido al Padre, es
decir, al cielo y es precisamente ahí en donde nos ha preparado una habitación.
Sin embargo, la pregunta de Tomás es todavía actual en algunos de
nosotros: "¿Cuál es el camino para llegar a dónde tú vas?" Jesús nos
responde de nuevo: "Yo soy ese camino". El camino para llegar al
cielo es una vida vivida en Jesús, con Jesús, de acuerdo con Jesús, para Jesús,
desde Jesús. San Pablo lo resume así "vivir en Cristo", de manera que
ya no soy yo quien vive sino que es Cristo quien vive en mí. Es un proceso de
despojarse del hombre viejo, del hombre que quiere vivir en sí mismo, para sí
mismo y desde su propio egoísmo.
El camino es revestirnos de Jesús, buscar como lo dice Pablo: tener las
mismas actitudes de él, que siendo Dios se rebajó hasta hacerse semejante a
nosotros. Pedro, en su carta, nos invita a "seguir las huellas de nuestro
pastor". Si verdaderamente queremos llegar un día a habitar el lugar
preparado por Jesús para cada uno de nosotros, ya sabemos cuál es el camino:
Jesús mismo.
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