sábado, 30 de julio de 2011

El cristiano, discípulo de Cristo.

El seguimiento de Cristo implica una verdadera conversión y sacrificio.
El encuentro con Cristo cambia radicalmente la vida de una persona,  la impulsa  a la conversión profunda de la mente y del corazón y establece una comunión de vida que se convierte en seguimiento.
Las condiciones para recorrer el mismo camino de Jesús son pocas, pero fundamentales. El camino que Cristo propone es estrecho, exige sacrificio y el don total de sí.
Es un camino que conoce las espinas de las pruebas y de las persecuciones. Es un camino que hace misioneros y testigos de la palabra de Cristo.
El seguimiento no es un viaje cómodo por un camino llano. Puede haber momentos de desconsuelo como cuando en una ocasión muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con El
La meta última del seguimiento es la gloria. El camino es el de la 'imitación de Cristo', vivido en el amor y muerto por amor en la cruz. El discípulo debe, por decirlo así, entrar en Cristo con todo su ser, debe 'apropiarse' y asimilar toda la realidad de la encarnación y de la redención para encontrarse a sí mismo'. Cristo debe entrar en él para librarlo del egoísmo y del orgullo.
La cruz, signo de amor y de donación total, es por tanto el emblema del discípulo llamado a configurarse con Cristo glorioso.

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