“¿Para qué te estribas en tus propias fuerzas, si esas no te pueden sostener ni darte firmeza alguna? Arrójate con confianza en los brazos del Señor, y no temas, que no se apartará para dejarte caer. Arrójate seguro y confiado, que Él te recibirá en sus brazos” Confesiones, Libro VIII, Capítulo XI, n. 27
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