Quienes utilizan la violencia y el poder económico para obtener
cuantiosas ganancias se alejan del camino del Señor. El creyente que no secunda
ni se subordina ante los delincuentes padece hostigamiento y violencia. Tales
dinámicas no solamente ocurrían en los tiempos bíblicos, sino que todavía
perduran en nuestro país. La esperanza cristiana que nos comunica el Señor
Jesús nos garantiza el auxilio y la asistencia del Espíritu en la hora de la
prueba: "todos los odiarán por causa mía". La fidelidad a Jesucristo
nunca ha resultado cómoda. Tampoco es producto de nuestro protagonismo heroico.
Algo nos corresponde hacer para perseverar en el camino cristiano; sin embargo,
conviene recordar siempre que será la presencia del Señor Jesús la que nos
mantendrá de pie. La vocación profética y sacerdotal que recibimos en el
bautismo se tendrá que traducir en actitudes congruentes. No podemos ser
cristianos y participar en las dinámicas de la corrupción y la violencia
imperantes.

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