En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No todo el que me
diga '¡Señor, Señor!', entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la
voluntad de mi Padre, que está en los cielos. El que escucha estas palabras
mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su
casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los
vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida
sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se
parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia,
bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y
la arrasaron completamente".
Reflexión
Esta parábola nos confronta con una verdad esencial: no basta con decir
“Señor, Señor”, sino que hay que vivir según la voluntad de Dios. Jesús nos
invita a construir nuestra vida sobre roca firme —su palabra vivida— y no sobre
arena, que se desmorona ante las tormentas.
Nos recuerda que la fe auténtica se demuestra en las obras, en la
coherencia entre lo que creemos y lo que hacemos. La casa sobre la roca no es
solo una estructura segura, sino símbolo de una vida cimentada en la
obediencia, la humildad y la perseverancia. Cuando llegan las pruebas, esa vida
permanece.

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