Características de los Padres de la Iglesia. La mayoría de los
estudiosos distinguen cuatro notas para determinar a quién se le puede atribuir
este título. Antigüedad: la era de los Padres se concluye, en Occidente, con la
muerte de san Isidoro de Sevilla (636), en Oriente con la muerte de san Juan
Damasceno (750). Entre más antiguo sea un Padre más cerca estuvo de la
convivencia con los Apóstoles o con quienes fueron sus discípulos o con los
primeros cristianos. La antigüedad es testimonio del predominio de una creencia
en el cuerpo doctrinal. Si un Padre antiguo menciona algún escrito o a un autor
no se duda de su autenticidad. Santidad de vida: como maestros que fueron, es
necesario que los Padres presenten en alto grado las virtudes cristianas, no
sólo predicadas, sino vividas; esta nota constituye una garantía de la
ortodoxia misma. No es necesario el título de santo, pero sí la fama de
santidad. Ortodoxia (pureza) de la doctrina: como custodios de la tradición
recibida de sus mayores, deben transmitirla inalterada a las generaciones
futuras. Se excluye a los escritores abiertamente heréticos, cismáticos y a
aquellos cuyas obras contienen graves y sistemáticos errores. Aprobación de la
Iglesia: sólo la Iglesia, así como pudo definir el canon de las Escrituras,
también puede determinar los testigos auténticos de la Tradición. Es la
aprobación por parte del Magisterio de la Iglesia a quien Jesús le prometió su
asistencia perenne. No es necesaria la aprobación explícita, basta la
implícita, como podría ocurrir, por ejemplo, en la cita de un escrito de un
Padre hecha por uno de los 21 Concilios ecuménicos.

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