lunes, 29 de diciembre de 2025

Evangelio del 30 de diciembre 2025 Lucas 2, 36-40

 


En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel. Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con él.

Reflexión

El pasaje de Lucas 2:36-40 nos ofrece una poderosa lección sobre la fidelidad, la paciencia y el propósito de la vida en la vejez. Aquí te comparto una breve

 

Reflexión:

 

1. La fidelidad en la espera

Ana es el ejemplo de una vida dedicada por completo a Dios. A pesar de haber enviudado joven y haber vivido décadas en soledad, no se dejó vencer por la amargura. Su refugio fue el Templo, y su motor, la oración. Nos enseña que el tiempo de espera no es tiempo perdido si se vive en presencia de Dios.

2. El encuentro con la Luz

Ana "se presentó en aquella misma hora". No fue coincidencia; fue la recompensa a una vida de sintonía espiritual. Al ver al Niño, su reacción inmediata fue la gratitud y el testimonio. Ella nos recuerda que, cuando encontramos a Jesús, es imposible callar; la alegría del Evangelio nos impulsa a compartirlo con los demás.

3. La santidad de lo cotidiano

El texto termina mencionando que Jesús crecía en sabiduría y gracia. Esto nos muestra que la divinidad de Jesús se manifestó en una vida humana normal: en una familia que cumple sus promesas y en un niño que aprende y se fortalece. La gracia de Dios no nos saca de nuestra realidad, sino que la transforma desde dentro.

Reflexión final: Ana nos invita a preguntarnos: ¿En qué ocupamos nuestra espera? Ella nos inspira a ser personas de esperanza que, incluso en la vejez o la dificultad, mantienen encendida la llama de la fe para reconocer a Dios en lo pequeño.

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