domingo, 21 de diciembre de 2025

Evangelio del 22 de diciembre 2025 Lucas 1, 46-56

 



En aquel tiempo, dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió sin nada. Acordándose de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre." María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

 

Reflexión

 

El pasaje de Lucas 1, 46-56, conocido universalmente como el Magníficat, es uno de los cantos más bellos de la Biblia. Es la respuesta de María al saludo de su prima Isabel, y en ella se revela no solo el corazón de una madre, sino la visión de un Dios que transforma la historia.

En un gesto de humildad María comienza diciendo: "Proclama mi alma la grandeza del Señor". Lo fascinante es que ella no se engrandece a sí misma por ser la elegida, sino que pone el foco totalmente en Dios. Nos enseña que la verdadera alegría no nace de nuestros logros, sino de reconocer la mirada de Dios sobre nuestra "pequeñez".

El Magníficat es un canto de justicia y esperanza. María describe a un Dios que: Derriba a los poderosos y exalta a los humildes.

Colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos.

María termina recordando la promesa hecha a Abraham. Ella entiende que su embarazo no es un evento aislado, sino la culminación de siglos de fidelidad divina. Nos recuerda que, aunque el mundo parezca caótico, Dios cumple su palabra a través de las generaciones.

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