En aquel tiempo, envió Jesús a los Doce con estas instrucciones:
"Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos.
Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a
los demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues,
gratuitamente.
No lleven con ustedes, en su cinturón, monedas de oro, de plata o de
cobre. No lleven morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bordón,
porque el trabajador tiene derecho a su sustento.
Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, pregunten por alguien
respetable y hospédense en su casa hasta que se vayan. Al entrar, saluden así:
"Que haya paz en esta casa". Y si aquella casa es digna, la paz de
ustedes reinará en ella; si no es digna, el saludo de paz de ustedes no les
aprovechará. Y si no los reciben o no escuchan sus palabras, al salir de
aquella casa o de aquella ciudad, sacudan el polvo de los pies. Yo les aseguro
que el día del juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que esa
ciudad".
Reflexión
De nuevo Jesús, ahora en otro contexto, advierte del peligro de
rechazar el anuncio del Reino. Éste es, quizás, uno de los grandes problemas
por los que atraviesa nuestra sociedad: el rechazo del anuncio evangélico.
Ciertamente este rechazo no es expreso, sin embargo, esta pereza de ir
a misa, de asistir a retiros, de no involucrarse en la parroquia, de no estar
abierto a la instrucción de la Iglesia (obispos, sacerdotes, del mismo Papa),
expresa con bastante claridad el rechazo que el mundo, y nuestra sociedad,
hacen del anuncio del Reino
Busquemos siempre la manera de aceptar la invitación de Jesús a una
conversión más profunda y de cooperar para que toda nuestra comunidad, pueda
conocer y vivir al mensaje del Reino.
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