El primer día después del sábado,
estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la
piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro
y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto".
María se había quedado llorando
junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio dos
ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar donde había estado el cuerpo
de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los pies. Los ángeles le
preguntaron: "¿Por qué estás llorando, mujer?" Ella les contestó:
"Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo habrán puesto".
Dicho esto, miró hacia atrás y
vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Entonces él le dijo:
"Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?" Ella, creyendo que
era el jardinero, le respondió: "Señor, si tú te lo llevaste, dime dónde
lo has puesto". Jesús le dijo: "¡María!" Ella se volvió y
exclamó: "¡Rabbuní!", que en hebreo significa "maestro".
Jesús le dijo: "Déjame ya, porque todavía no he subido al Padre. Ve a
decir a mis hermanos: "Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su
Dios" ".
María Magdalena se fue a ver a
los discípulos para decirles que había visto al Señor y para darles su mensaje.
Reflexión
Este pasaje nos ilustra cómo,
quien ha tenido una experiencia de Jesús resucitado, se convierte
inmediatamente en testigo de la Resurrección y, con ello, en evangelizador. La
palabra que usa el griego para la acción realizada por María Magdalena al ir a anunciar
es "Angellousa" - que viene de "ángel" y que identifica a
los "portadores de noticias de parte de Dios"-.
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