En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los cielos
se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recoge toda
clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se
sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos.
Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los
malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y
la desesperación.
¿Han entendido todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí".
Entonces él les dijo: "Por eso, todo escriba instruido en las cosas del
Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su
tesoro cosas nuevas y cosas antiguas".
Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
Reflexión
Jesús termina esta sección de parábolas recordándonos la importancia de
vivir de acuerdo con lo que él mismo nos ha ido instruyendo, pues, si bien es
cierto que no sabemos cuándo llegará el final del tiempo para toda la
humanidad, sabemos con certeza que éste llega para cada uno de nosotros, el día
en que el Señor nos llama.
En ese día no habrá excusas, solo resultados; separará a los que
vivieron de acuerdo con los valores del Evangelio de quienes se negaron y
rechazaron la vida evangélica. Cada día es una nueva oportunidad que Dios nos
da para amar, para perdonar, para servir a los demás, para hacer de nuestra
vida un instrumento de su gracia y, sobre todo, para dejar que su amor y su
infinita misericordia nos inunden y transformen.
El único día que tenemos es el de hoy; ayer ya pasó y el mañana aún
está en las manos de Dios; vivamos el hoy con entusiasmo y apertura al Espíritu
Santo.
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