En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba
poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud,
maravillada, decía: "Nunca se había visto nada semejante en Israel".
Pero los fariseos decían: "Expulsa a los demonios por autoridad del
príncipe de los demonios".
Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las
sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y
dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban
extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus
discípulos: "La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por
tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos".
Reflexión
En este mundo individualista, en el que muchos de nuestros hermanos
viven sólo para sí mismos, sin ver a los demás, Jesús nos recuerda que no
estamos ni viajamos solos. Jesús vio a todas estas personas que necesitaban de
alguien que los instruyera, que los ayudara a mejorar su vida, a descubrir y
construir el Reino de los cielos, y dice la Escritura que: "Tuvo compasión
de ellos".
Debemos orar al Señor que envíe operarios a la mies. Sí, pero sería más
importante, al menos en estos momentos de la historia, orar para que el Señor
nos haga reconocer, en nosotros mismos, a estos operarios, para que el Señor
verdaderamente mueva nuestro corazón a la compasión por los demás y al celo por
el Evangelio.
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