En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre:
"El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en
su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño,
sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se
empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.
Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: 'Señor, ¿que no
sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?' El
amo les respondió: 'De seguro lo hizo un enemigo mío'. Ellos le dijeron:
'¿Quieres que vayamos a arrancarla?' Pero él les contestó: 'No. No sea que al
arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta
el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores:
Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego
almacenen el trigo en mi granero' ".
Reflexión
La mejor estrategia que tienen nuestros enemigos es hacernos creer que
no son nuestros enemigos y así pasar desapercibidos y poder moverse a sus
anchas. Esto hace que nosotros siempre estemos indefensos, abiertos a cualquier
ataque, pues no hemos preparado ninguna defensa. La mejor oportunidad que tiene
quien realiza un ataque es tomar al enemigo por sorpresa.
En el evangelio de hoy, no nos puede quedar más claro: tenemos un
enemigo que busca nuestra destrucción. Él realiza sus obras en la oscuridad
para tomarnos por sorpresa. Es terrible el hecho de que hoy sean tantos los que
niegan la presencia de Satanás y su obra en el mundo, atribuyendo toda su
acción al "mal" como un ente etéreo. Satanás existe, y como dice san
Juan, se ha establecido entre él y nosotros una guerra que no terminará sino
hasta el final de los tiempos. Debemos estar preparados para su ataque y saber
que se mueve con gran astucia buscando nuestra destrucción, pues es un enemigo
feroz que quisiera vernos descender junto con él al infierno.
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