La Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, celebrada el
2 de noviembre, es una jornada en la que la Iglesia Católica ora por las almas
que aún están en proceso de purificación en el purgatorio.
Sentido espiritual
• Es una
expresión de la comunión de los santos, donde los vivos interceden por los
difuntos que aún no han alcanzado la plenitud del cielo.
• Se basa en
la esperanza cristiana de la vida eterna y en la certeza de que nuestras
oraciones pueden ayudar a las almas en su camino hacia Dios.
• La Iglesia
enseña que, por la misericordia divina, las almas pueden ser purificadas
después de la muerte para entrar en la presencia de Dios (cf. Apocalipsis
21,27).
Origen y tradición
• Instituida
oficialmente en el siglo X por el abad Odilón de Cluny, se extendió rápidamente
por Europa.
• Se celebra
el 2 de noviembre, justo después del Día de Todos los Santos, para distinguir
entre los que ya están en el cielo y los que aún necesitan oración.
Prácticas
devocionales
• Misas
especiales en las que se ofrecen intenciones por los difuntos.
• Visitas a
cementerios, donde se bendicen tumbas y se encienden velas como signo de
esperanza.
• Oraciones
indulgenciadas, como el rezo del Rosario o el ofrecimiento de sufragios, que
pueden aplicarse a las almas del purgatorio.
En la cultura mexicana
• Se entrelaza
con el Día de Muertos, una tradición que honra la memoria de los fallecidos con
altares, flores, comida y arte popular.
• Aunque tiene
raíces indígenas, esta celebración se ha enriquecido con el sentido cristiano
de la esperanza en la resurrección.
Reflexión teológica
• La muerte no
es el final, sino una transición hacia la vida eterna.
• Esta
conmemoración nos invita a vivir con caridad, sabiendo que nuestras obras y
oraciones tienen valor eterno.
• Como dice el Catecismo: “Al final de la vida, seremos examinados sobre el mandamiento del amor” (cf. CIC 1020–1022).

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