sábado, 25 de octubre de 2025

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20251026

 



«El Señor, entre otros preceptos y consejos saludables con que proveyó a la salvación de su pueblo, le enseñó también la manera de orar, y Él mismo aconsejó y enseñó también lo que debíamos pedir. El que nos dio la vida, con la misma benignidad con que se ha dignado darnos todas las cosas, nos enseñó también a orar, para que más fácilmente seamos escuchados cuando hablamos al Padre con las súplicas y oraciones enseñadas por el Hijo. Pues, ¿qué oración puede haber más espiritual que la que nos ha enseñado el mismo Dios? Y ¿qué súplica más verdadera para con el Padre que aquella que ha procedido de la boca de su Hijo? De manera que el orar de distinto modo del que Él nos enseñó, no sólo es ignorancia, sino también culpa. Por eso dijo: "Habéis rechazado el mandato de Dios para establecer vuestra tradición" (Mt 7). Oremos, pues, hermanos carísimos, del modo que Él, nuestro Maestro, nos enseñó. Es oración amiga y familiar el rogar a Dios con lo suyo. Hagamos que llegue a sus oídos la oración de Cristo, de modo que reconozca el Padre las palabras de su Hijo en nuestras oraciones. Pues si Él ha dicho que cualquier cosa que pidiéramos al Padre en su nombre, nos la dará, ¿con cuánta mayor eficacia conseguiremos lo que pidamos si lo hacemos con su oración? Pues, ¿cuántos son, hermanos carísimos, los misterios de la oración dominical? Oh, cuántos y cuán grandes, y cuán compendiosamente resumidos, y también, cuán copiosos en virtudes espirituales! No queda absolutamente nada de doctrina celestial sin ser compendiado en esta oración» (San Cipriano [c 210-2581. De oratione dominica).

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