La santidad puede parecer un concepto abstracto. En cierto sentido lo
es y, por eso, requiere que utilicemos nuestras mentes para entenderla. Pero es
mucho más que un concepto. Es la vida que palpita dentro de los santos, quienes
la han encarnado a lo largo de muchas épocas y en muchos lugares. Es también
nuestro destino, si tenemos el valor de abrazarla, y por ser así, la santidad
necesita nuestras imaginaciones. Ya que ella no tiene un manual de usuarios, no
tenemos otra alternativa que imaginar cómo podemos ser santos hoy en medio de
los desafíos de nuestro mundo y con los dones personales que Dios nos ha
regalado precisamente para este destino. La imaginación es una herramienta
necesaria para conseguir esa belleza de la vida cristiana que es la santidad y
de la cual hablaba tanto el Papa Francisco.

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