En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: "Yo soy el buen
pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas. En cambio, el asalariado, el
que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, cuando ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye; el lobo se arroja sobre ellas y las dispersa,
porque a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen pastor, porque
conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí
y yo conozco al Padre. Yo doy la vida por mis ovejas. Tengo además otras ovejas
que no son de este redil y es necesario que las traiga también a ellas;
escucharán mi voz y habrá un solo rebaño y pastor.
Reflexión
El pasaje que leemos hoy, una de las declaraciones más importantes y
profundas de Jesús sobre sí mismo, donde se identifica con la imagen del
"Buen Pastor”.
Al usar esta imagen, Jesús se presenta como el cumplimiento de esa
promesa divina. donde Dios mismo es el Pastor de Israel. (Salmo 23, Ezequiel
34).
Hay un contraste entre el Buen Pastor y el asalariado. El asalariado
trabaja por interés propio. El Buen Pastor, en cambio, muestra un amor supremo
al estar dispuesto a dar su vida por su rebaño.
Cuando Jesús dice: "Yo conozco mis ovejas y las mías me
conocen" nos habla de una relación personal e íntima entre Jesús y sus
seguidores. No es una relación distante o anónima. Esto es así porque el conocimiento
que Jesús tiene de sus ovejas es profundo, es un conocimiento de amor y cuidado
individual, al igual que el Padre lo conoce a Él.
Jesús va en busca otras ovejas para que sean del mismo redil; para que sea
un solo rebaño y pastor. Su mensaje es para la salvación universal.
Hoy sabemos que Jesús es el Pastor perfecto: el que nos guía, nos
cuida, nos conoce por nuestro nombre y, sobre todo, ha entregado su vida para
darnos vida en abundancia y para unir a toda la humanidad creyente bajo su
amoroso liderazgo.

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