La vocación es: el destino natural del hombre; es la inclinación o tendencia que se siente por cierta clase de vida. Dicho de otra manera, es el estado del hombre. Es el lugar y la forma en el que tiende su destino.
El Matrimonio Católico es el instrumento y estructura que facilita a la persona humana la vivencia de su vocación al amor. En el Sacramento del Matrimonio el católico recibe de Dios gracias especiales para vivir esta misión en el estado matrimonial.
El cristiano casado encuentra en el matrimonio el camino hacia la perfección personal, ya que ha hecho una verdadera consagración a Dios que lleva a los esposos a alcanzar la santidad a través de la vivencia por amor de los consejos evangélicos.
Los esposos, en el matrimonio deben recibir como don de Dios al propio cónyuge y a reconocer en él la única y principal riqueza de su vida. Única porque deben estar dispuestos a renunciar a todo lo que sea obstáculo para la unidad matrimonial. Debe haber una continua solidaridad y donación mutua.
El ejercicio del amor conyugal supera el desorden introducido por el pecado en la sexualidad humana y coloca el eros y el sexo al servicio del amor cristiano y matrimonial. En realidad en el matrimonio, los esposos no hacen otra cosa sino consagrar a Dios su corazón y su cuerpo para el uso exclusivo del cónyuge y se sirven de ellos para expresar amor en los momentos y del modo como Dios lo ha pensado.
Al momento de unir sus vidas, los católicos se comprometen a vivir en obediencia a Dios, y en el ejercicio perfecto de su libertad y movidos por el amor, no desean otra cosa sino hacer feliz al cónyuge en el cumplimiento de sus mandatos y deseos. De igual modo movidos por el amor ejercen sobre los hijos la autoridad delegada de su verdadero Padre.
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