jueves, 18 de agosto de 2011

El cristianismo es el encuentro con Jesús y no una doctrina o principios.


El cristianismo no puede ser reducido a doctrina, ni a simples principios. Cristo, centro del cristianismo, está vivo y su presencia constituye el acontecimiento que renueva constantemente a las criaturas humanas y al cosmos. La exigencia de un cristianismo integral, que no llega a compromisos cuando se trata de la verdad y que sabe, al mismo tiempo, medirse con la historia y la modernidad, ha marcado todo este siglo y ha surgido con fuerza en el Concilio Ecuménico Vaticano II. La Iglesia ha comprendido cada vez más claramente, tras los acontecimientos de las décadas pasadas, en ocasiones dramáticos, que su tarea es la de atender y responsabilizarse del hombre; pero no un hombre "abstracto", sino real, "concreto" e "histórico", al que debe ofrecer incesantemente a Cristo como su único Redentor. De hecho, sólo en Cristo  el ser humano puede experimentar el sentido auténtico y pleno de su existencia. El cristianismo, por tanto, no puede ser reducido a doctrina, ni a simples principios, pues Cristo, centro del cristianismo, está vivo y su presencia constituye el acontecimiento que renueva constantemente a las criaturas humanas y al cosmos. Esta verdad de Cristo hoy tiene que ser proclamada con vigor, tal y como ha sido defendida valientemente en el siglo XX por tantos testigos de la fe e por ilustres pensadores cristianos.
J.P. II

No hay comentarios:

Publicar un comentario