jueves, 18 de agosto de 2011

El catolicismo no es una "Barra de ensaladas"


Ser católico no significa estar frente a una "barra de ensaladas" en el que se puede escoger lo que a cada uno le place. La Iglesia no sólo debe ser asumida como "Madre", sino también como "Maestra".
Una de las características de la vida moderna, desgraciadamente, es que asumimos que podemos cambiar la realidad para acomodarla a nuestros gustos y conductas, en vez de cambiarlos de acuerdo a la realidad".

Existen dos maestros
Para aprender los misterios que le dan sentido a la vida, existen dos maestros: la Iglesia y el mundo. Cada uno de ellos tiene un plano de ruta para nuestras vidas, pero cada uno de ellos lleva a direcciones muy distintas.
Durante muchos años, los católicos hemos escuchado un coro constante que señala cómo tenemos que estar abiertos al mundo, aprender del mundo, reconocer las cosas buenas del mundo y a ser más humildes en nuestra aproximación al mundo, aunque esto es parcialmente cierto porque Dios creó al mundo y su Hijo lo reconcilió, lo que Dios quiere es que el mundo sea convertido y santificado, no que sea venerado.
            Lamentablemente, los católicos hemos sido demasiado cómodos y acomodaticios. Hemos escuchado al mundo con demasiada cortesía cuando miente sobre el aborto, la contracepción, el divorcio o la pena de muerte, nuestras obligaciones con los pobres, el derecho de los trabajadores indocumentados, o el verdadero sentido del pluralismo porque en ningún momento hemos gritado la verdad.

La Iglesia, Madre y Maestra
Sin la Iglesia, Jesucristo no puede ser conocido en el mundo, la obediencia a la Iglesia y la fidelidad a sus enseñanzas no son una suerte de esclavitud, son una opción por participar en el acto de dar vida al mundo. Sin la Iglesia, nos quedamos sólo con el mundo, y el mundo no basta para saciar el hambre de nuestros corazones.
Al contemplar la misión de la Iglesia ante la realidad del catolicismo en el mundo, surgen cuatro lecciones importantes.
La primera, es que hay que dejar de mirar a la Iglesia como una especie de corporación religiosa y hay que comenzar a tratarla como nuestra Madre y Maestra.
La segunda lección es que si somos católicos, tenemos que actuar como tales. Muchas veces tratamos a la Iglesia como hemos tratado a nuestra madre de carne y sangre: la queremos para que nos alimente, anime y conforte cuando las cosas están yendo mal. Pero no queremos sus lecciones cuando éstas interfieren con nuestros caprichos. Queremos de Nuestra Iglesia una “Madre sí, Maestra no". Esta actitud no es muy distinta de las autodenominadas "Católicas por el Derecho a Decidir", que usan el nombre de católicas para defender exactamente todo lo contrario de lo que enseña la Iglesia.
La tercera lección; es que al enseñar o hablar en nombre de la Iglesia, no se deben "editar" o "recortar" las enseñanzas de la Iglesia con el fin de agradar a la audiencia. Esto es sacar las enseñanzas de la Iglesia que consideramos incómodas.
La cuarta lección; debemos vivir de una manera digna de nuestra pertenencia a la Iglesia, porque en nosotros y a través de nuestras acciones, el mundo exterior juzgará el Evangelio que decimos creer.

Respecto a la ola de escándalos que afectan a la Iglesia la lección de estos tristes acontecimientos es que nada puede herir a la Iglesia más profundamente que los pecados de su misma gente, especialmente de aquellos que son los ministros. 

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