martes, 2 de agosto de 2011

El Vaticano recuerda que los divorciados vueltos a casar, no pueden comulgar.

Santa Sede ha recordado con una declaración oficial del Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos que los divorciados que se han vuelto a casar no pueden recibir la comunión. «Se trata de salvaguardar los sacramentos de la Eucaristía y del Matrimonio, instituidos por Cristo para la santificación de los fieles y la salvación del mundo». Monseñor Julían Herranz, presidente del Consejo Pontificio para la Interpretación de los Textos Legislativos explica: «Hacía falta recordar el carácter sagrado de la Eucaristía, de la recepción del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, y que es necesario prepararse de manera adecuada para ello. Pero la tendencia actual consiste en no hacer un examen de conciencia apropiado. San Pablo recomienda a los corintios que no deben comulgar "indignamente" y esto mismo es lo que quiere recordar la declaración».  Monseñor Herranz insiste en la belleza del matrimonio cristiano, «la gran victoria del cristianismo frente a la mentalidad pagana y su concepción de un amor precario». El matrimonio es el don recíproco de un hombre y de una mujer para siempre. Hace un llamamiento a los cónyuges a dar lo máximo del amor, en todas las circunstancias, sabiendo que toda vida humana en común exige comprensión y perdón. Es oportuna esta declaración ya que se hace  en una época en la que el divorcio se ha convertido en una costumbre, se ha perdido la conciencia de su gravedad y ya no es motivo de escándalo para la gente. Se aclara que no se trata de una prohibición que hace ahora la Iglesia, por motivos de oportunidad, «deriva de la ley divina y trasciende el ámbito de las leyes eclesiásticas positivas: éstas no pueden introducir cambios legislativos que se opongan a la doctrina de la Iglesia». Y ante algo que ha sido expresado claramente por la Revelación de Dios la Iglesia no tiene ninguna facultad para hacer cambios. «En efecto, recibir el cuerpo de Cristo siendo públicamente indigno constituye un daño objetivo a la comunión eclesial; es un comportamiento que atenta contra los derechos de la Iglesia y de todos los fieles a vivir en coherencia con las exigencias de esa comunión». «Tal escándalo sigue existiendo aún cuando ese comportamiento, desgraciadamente, ya no cause sorpresa: más aún, precisamente es ante la deformación de las conciencias cuando resulta más necesaria la acción de los pastores, tan paciente como firme, en custodia de la santidad de los sacramentos, en defensa de la moralidad cristiana, y para la recta formación de los fieles».
Zenit

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